martes, 14 de junio de 2022

Charles Lankester – pionero de la orquideologia costarricense

Charles Herbert Lankester fue sin lugar a dudas la figura más dominante de la orquideología centroamericana durante la primera mitad del siglo veinte. Fue muy joven que se trasladó desde Inglaterra a Costa Rica, luego de leer un anuncio en el diario inglés The Daily Telegraph, en el cual se ofrecía un puesto para trabajar como asistente en una compañía cafetalera en la localidad de Sarapiquí en Heredia. De manera que el joven Lankester postuló para tal puesto y fue contratado.

Seguramente influenciado por su primo, el notable naturalista y zoólogo británico Edwin Ray Lankester, Charles se interesó inicialmente en el estudio de las aves y las mariposas, sin embargo, rápidamente es encantado por la naturaleza costarricense y se despierta su notable interés por la botánica, iniciando así la colecta especialmente de orquídeas en los bosques de la provincia de Cartago y el valle central. Para poder acceder a la identificación de estos ejemplares Lankester inicia correspondencia hacia el final de la primera década del siglo XX, con el entonces subdirector de Royal Botanic Gardens en Kew, Arthur William Hill y el experto orquideólogo Robert Allen Rolfe. Gracias a esto logro identificar muchas de los ejemplares que colectó y que terminaron por ser especies nuevas para la ciencia. Muchas de las cuales formaron parte de su colección personal de plantas vivas que sería famosa años después. 

Hacia 1920, Lankester regresó a Inglaterra y luego viajó a África hasta 1922, contratado por el gobierno británico para realizar investigaciones sobre plantaciones de café en Uganda.  Al regresar a Inglaterra, descubrió que Rolfe había muerto el año anterior, por lo cual muchas orquídeas que había traído a Kew desde Costa Rica, quedaron sin identificación por lo que decide regresar ese mismo año 1922, a Costa Rica, año que marcó un punto de inflexión en su carrera como orquideólogo. 

Inicia de esta manera una relación profesional con el orquideólogo estadounidense Oakes Ames, relación que quince años, aportaría más de 100 nuevas especies de orquídeas entre los ejemplares que recibió de Costa Rica. Ya en 1922, Ames había iniciado una serie de publicaciones sobre orquídeas, a las cuales denominó Schedulae Orchidianae. Para su tercer fascículo, en enero de 1923, Ames comenzó a describir muchas de las orquídeas de Lankester, que se habían depositado en Kew y se habían ha quedado sin identificar, igualmente Ames siguió pidiéndole a Lankester que le enviara más especímenes.

Sin lugar a dudas, tres grandes nombres forman el más ilustre trío de recolectores en la historia de la orquideología de Costa Rica, el botánico francés Auguste R. Endrés, el botánico nacional Alberto Manuel Brenes y sin lugar a dudas Charles Herbert Lankester.  En los primero años del si­glo XX, Lankester se de­sem­pe­ñó en va­rias ocu­pa­cio­nes: tra­ba­jó en varias fin­cas, y co­lec­tó numerosos especímenes de in­sec­tos y aves. Igualmente co­no­ció y co­la­bo­ró con grandes na­tu­ra­lis­tas de la épo­ca co­mo los botánicos suizos Hen­ri Pit­tier, Pa­ul Bio­lley Adolphe Ton­dúz, el botánico francés Car­los Werc­klé, y los naturalistas costarricenses Jo­sé Cástulo Ze­le­dón y Anas­ta­sio Al­fa­ro, entre otros.

Luego de su retorno a Costa Rica, en 1922, Lankester se de­di­có a tra­ba­jar en su fin­ca "Las Cón­ca­vas", la cual ha­bía com­pra­do unos años an­tes. Fue en es­te lugar don­de por 33 años se de­di­có a le­van­tar un jar­dín de or­quídeas y de otras plan­tas epí­fi­tas, el cual se con­vir­tió en el pun­to de des­ti­no de muchos bo­táni­cos y turistas que vi­si­ta­ban nues­tro país.  Don Car­los y su fa­mi­lia dedi­ca­ron mu­cha aten­ción a cui­dar de las ri­que­zas na­tu­ra­les de la zo­na. 

En 1955, tras la muerte de su esposa y ya con 76 años, Lankester decidió vender su finca pero conservó la pequeña parte que contenía su jardín, un terreno llamado “El Silvestre”. Mudándose a una casa que había comprado en Moravia, uno de los suburbios de la capital, San José. En “El Silvestre”, Lankester completó sus notables colecciones de orquídeas y plantas de otros familias, iniciada en la década de 1940, las cuales hacia marzo 1973 formaron la base del hoy Jardín Botánico Charles H. Lankester de la Universidad de Costa Rica, llegado a convertirse en una de las instituciones botánicas más activas e importantes del Neotrópico.

En nuestro viaje de hoy, nuestra máquina del tiempo nos llevará a un viaje por la Costa Rica de inicios de siglo, donde haremos un recorrido junto a este notable naturalista, pionero en el estudio de las orquídeas mesoamericanas, pero también en otros grupos como aves e insectos.

Música del capítulo

Eddy Hoefler – Naruto Main Theme
Patrik Pietschmann – Ludwig Göransson - Tenet - Main Theme (Piano Version )
The Cure – Just Like Heaven – 8 bits
Of Limbo – Happened Again

miércoles, 1 de junio de 2022

Criptozoologia – analizando sus fundamentos

Los animales han fascinado a los seres humanos desde los albores mismos de la civilización. Son amados, temidos, codiciados, odiados, han acompañado en numerosa cantidad de mitos, rituales y narraciones. Durante la Edad Media, cada especie animal se creía que tenía un lugar y una función en el cosmos. Los bestiarios medievales resumían las características más relevantes de los animales, tanto reales como fantásticos.  Sin embargo con la llegada de la ciencia moderna muchas de sus ideas permearon el imaginario de los zoólogos y con el tiempo se fueron perdiendo las visiones humanas y muchas criaturas que antes poblaban los bestiarios comenzaron a desaparecer de nuestro mundo para pasar a ser temas exclusivos de la literatura fantástica y la posteriormente la ciencia ficción.

Hacia finales del siglo XIX el zoólogo neerlandés Anthon Cornelis Oudemans publicaba un estudio sobre “la gran serpiente marina”, obra que intentaba establecer una explicación científica a los múltiples, variados y antiguos informes de monstruos marinos, a lo largo de la historia, Oudemans eliminaba los engaños obvios o los errores honestos y luego, a partir de docenas de avistamientos legítimos, estableció una serie de conclusiones sobre la fisiología de la serpiente marina, la distribución geográfica y otros aspectos de su biología.  Este trabajo, a pesar de las críticas, se constituye años mas tarde en la semilla de una nueva disciplina, la criptozoología; la cual puede ser entendida a partir de su definición como el estudio de animales hipotéticos, los cuales que permanecen ocultos, es decir, criaturas de las cuales sólo se conocen indicios y cuya existencia aún no habría sido incorporada plenamente al conocimiento científico. 

A este tipo de criaturas se les suele llamar críptidos, y en la mayoría de los casos son caracterizadas como seres que forman parte exclusiva del conocimiento popular. Dicho de otro modo, los críptidos, por definición, no han sido aceptados por la comunidad científica como entidades materiales y sólo sobreviven al margen de leyendas, ideas de origen mitológico o anécdotas. Se podría decir que el estatus ontológico de esos animales es el propio de aquello que estudian las ciencias sociales y las humanidades, en tanto que la mayoría a la fecha y para la ciencia se constituyen en invenciones del ser humano plasmadas en cuentos, pinturas, piezas de música, e historias fantásticas.

A lo largo de la historia, el ser humano ha tratado de recrear situaciones y objetos que intentan demostrar la existencia de seres “ocultos”.   Esto se corresponde con esa necesidad humana de explorar nuevas emociones y canalizar energías en el canal de lo fantástico, que muchas veces, aun careciendo de evidencias acerca sólidas hace creer ciegamente en una variedad de fenómenos y entes sin indagar si las fuentes que los describen son o no confiables.  

Antes del siglo XVIII, la frontera entre lo posible y lo imposible pasaba por un lugar diferente al actual. La gente convivía sin conflictos con los monstruos del imaginario. El catálogo zoológico no sólo era laxo, sino también indefinido; abierto a recibir fantasías de todo calibre; hombres salvajes de los bosques, licántropos, vampiros, dragones, incluso brujas y fantasmas, y ninguno era objeto de cuestionamientos. Estos seres estaban entre nosotros y componían una parte de la realidad. Oculta, sí, pero tan cierta como los inmensos bosques que poblaban la Europa de aquellos días previos al Iluminismo y la modernidad derivada.  Este pensamiento aun vive en nuestra mente ya que nos acompaña desde que somos, y le toca a la ciencia moderna enseñarnos de donde provienen estas ideas.

De hecho la existencia de enormes y desconocidos animales en los umbrales del siglo XXI podría parecemos ridícula, sin embargo, en la actualidad reciente un grupo importante de animales ha sido  recientemente descubierto, entre ellos: una Tortuga mata mata en el Amazonas en 2020, un par de especies de tiburón sierra en las profundidades del Océano Índico Occidental, el  orangután de Tapanuli al sur de Sumatra y el Mono titi Zogue Zogue en la Amazonía en 2017, la rata gigante Vangunu en las Islas Salomón en 2015.  Ahora bien, justifican estos descubrimientos relativamente recientes la existencia de la criptozoología.  Los criptozoólogos nunca han descubierto un solo «críptido» ni hallado pruebas científicamente convincentes de su existencia. Los zoólogos, en cambio, encuentran cada año cientos de especies nuevas. Hoy nuestro viaje nos permitirá entender las bases que fundamentan la existencia de esta disciplina

Hoy nuestra viaje nos lleva a un recorrido por la disciplina de la criptozoología, analizando de manera objetiva sus fundamentos y las ideas aportadas por algunos de sus máximos exponentes, haciendo finalmente una evaluación de algunos hechos que fundamentan la  existencia de críptidos desde el punto de vista de la Biología moderna

Música del capítulo


Hans Zimmer - Chevaliers de Sangreal - The Davinci Code main theme.
Hans Zimmer - The Rock - The Rock main Theme
Depeche Mode - "Policy of Truth" 8-Bit Cover by BONESOLVENT
Depeche Mode – Enjoy the silence

Enlaces

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