Son muchos, y muy importantes, los problemas que aquejan en la actualidad a nuestra sociedad y que se encuentran directamente relacionados con las vulnerabilidades de la mente humana, los cuales al fin al nos entregan una interpretación errónea de la realidad. Esto se vuelve esencial cuando nos toca enfrentar problemas serios y que para nada deben asumirse de manera despreocupada, especialmente aquellos relacionados con la salud pública o la sobrevivencia. Ejemplos como el movimiento antivacunas, el abuso de los antibióticos y la exaltación de las pseudociencias, son algunos ejemplos. En otros ámbitos tenemos el negacionismo del cambio climático o la desinformación y desestabilización política a través de las redes sociales. Todos estos fenómenos tienen una cosa en común: se nutren de los sesgos y errores de nuestro aparato cognitivo.
Nuestra mente se constituye en una herramienta evolutiva, la cual nos permite continuamente dar forma definida al mundo y congruente con nuestra realidad, sin embargo debemos recordar que vivimos rodeados de información incierta y parcial, la cual debemos organizar, en función del conocimiento propio, nuestros valores y hasta la intuición, con la finalidad de predecir lo mejor posible el mundo que nos vamos encontrando y de esta manera poder adaptarnos a él. Puede que la forma en la que editamos los recuerdos esté sesgada por nuestras preferencias, o nuestras decisiones estén también sesgadas por nuestras creencias o convicciones. Así pues, comprender cómo funcionan estos errores de la mente se convierte en algo absolutamente necesario para poder combatir muchos de los problemas que afectan a la sociedad moderna.
Los sesgos cognitivos son errores sistemáticos que cometemos todos, en nuestros razonamientos, nuestra atención, la memoria, la percepción del mundo y la manera de dar sentido a lo que nos rodea. Nuestra manera de aprender, de buscar información, de recordar y de editar los recuerdos está también sujeta a sesgos cognitivos. Pero estos errores de la mente no son aleatorios, sino que son bastante predecibles. Dichos sesgos pueden ser provocados en el laboratorio de manera controlada para fines científicos, pero también pueden provocarlos las empresas de publicidad, las redes sociales y las grandes plataformas de Internet a través de sus algoritmos de inteligencia artificial, que a menudo son diseñados con el propósito de sacar provecho de estos sesgos. Las consecuencias en este último caso para los usuarios pueden ser graves.
De manera que estos sesgos cognitivos, son errores mentales que cometemos todos y que se pueden predecir, dado que en todos nosotros ocurren en las mismas situaciones y funcionan de la misma manera y en la misma dirección. Tal y como dice el refrán: todos tropezamos con la misma piedra. Una y otra vez. Nuestra mente «nos engaña» porque es fruto de muchos años de evolución y adaptación en un ambiente muy distinto al que plantea la vida moderna. Una respuesta que en el mundo de las cavernas resultaba ventajosa puede que en el mundo actual sea poco adecuada, por lo que nos conduce a cometer fallos.
La ciencia es una actividad creativa cuyo fin es la obtención de conocimientos sobre todos los aspectos de la naturaleza y sus mecanismos, mediante la observación y la experimentación, para lograr un análisis objetivo de la realidad. En esta definición está implícito que una conducta científica ética tiene como valor central la honestidad intelectual para planear, realizar y analizar la investigación de la manera más objetiva posible, buscando no confirmar la hipótesis planteada sino contestar a la pregunta que la hipótesis genera, sea en el sentido positivo o negativo. Un científico que no sigue esta regla fundamental, por la razón que sea, incurre en una conducta no solo equivocada sino claramente fraudulenta, ya que antepone la subjetividad a la objetividad.
De esta manera si bien en las bases filosóficas se plantea que la ciencia es el conocimiento cierto, también existe ciencia que no se ha producido de manera objetiva, libre de sesgos o que sea completamente cierta. Este tipo de conocimientos en conjunción con la manera en que funciona una mente sesgada, y más modernamente el hecho o creencia popular y errónea, de asumir que la libertad de expresión consiste en decir todo lo que se cree, por no decir que se piensa, en el contexto de la conectividad global y las redes sociales. Nuestra sociedad moderna vive inmersa en una infodemia, término utilizado por la OMS para referirse a la desinformación global. En el capítulo de hoy vamos a revisar como y cuando ocurren estos errores en nuestro aparato cognitivo y además como esto sumado a los errores que comenten los científicos a la hora de hacer ciencia, han llevado a nuestra sociedad a lo que denomino particular mente la era de la estupidez colectiva, una era llanea de bulos, desinformación, conspiraciones y paranoia.
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